He de reconocer que me dispuse a contemplar, a través de internet y sin entusiasmo alguno, el acto de proclamación de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Después del varapalo del 22 de mayo mis inquietudes se han alejado un tanto de la política de altos vuelos, sólo el Movimiento 15 M ha conseguido mantener un tanto mi atención. Han sido días de reflexionar y de replantearse muchas cosas. Siempre me ha gustado saber donde piso, tener los pies en el suelo y dar los pasos precisos en el momento adecuado. No es nada sencillo pero el mero hecho de intentarlo ofrece, de entrada, un plus de seguridad y aleja algo de los posibles errores.
Rubalcaba es listo, tremendamente listo. Hoy por hoy y sin duda alguna, es el mejor integrante del espectro político español. Quizá por no ser de esta generación que en su mayoría la ocupa o quizá por ser de una generación anterior, el caso es que es rápido, contundente, preciso, tenaz, convincente y con una oratoria más que solvente que, apoyada en un continuo movimiento de las manos, hace ver luz en la más absoluta oscuridad. Su discurso fue impecable y ligado de principio a fin, una lección en toda regla. Unos folios acomodados en el atril, sólo tuvieron el papel de meros espectadores. Es difícil y fácil, a la vez, extraer un resumen de todo lo dicho. No voy a desmenuzar aquí sus propuestas. Yo recomiendo ver íntegra su comparecencia o, al menos, un extracto amplio. Política socialista, progresista y de izquierdas: que los bancos destinen parte de sus beneficios a la creación de empleo y la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, esta vez, a los más grandes, como notas destacadas.
El candidato socialista está lanzado. Hoy mismo, los militantes hemos recibido una misiva (fotografía superior) en las que Rubalcacaba, además de agradecer nuestra confianza, nos solicita contribución activa: opiniones, sugerencias y propuestas que podremos aportar a través de los canales que se determinen.
Ya hemos visto las magníficas virtudes que atesora en su haber, sobre todo, experiencia. Queda ahora por anotar «algunas cositas» en su debe. Rubalcaba, no por ser candidato y excelente político y comunicador, deja de ser cómplice de un Gobierno que él mismo vicepresidía y que, debido a la crisis y a la gestión de ella, ha puesto a España, más o menos, patas arriba. Todo lo que ahora pregona con entusiamo escuchando las voces de la calle, no lo ha tenido en cuenta en los meses precedentes como miembro del Ejecutivo. Nunca es tarde si la dicha es buena. Será tarea muy complicada convencer a los desencantados simpatizantes socialistas y volverlos a meter en la senda de la que nunca debieron salir si las políticas de su partido hubieran sido acordes a su ideología. Habrá que sudar tinta para explicar que lo que se pretende hacer es posible y viable económicamente. Sin embargo, si alguien es capaz de lograr todo esto, ese es Alfredo Pérez Rubalcaba -y aquí no me vale aquello de que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey- porque de «tuerto» no tiene nada. Queda mejor decir que es un gran político rodeado de mediocres.
Sólo me resta, para terminar, hacer un vaticinio que no es tal, porque muchas voces se han sumado y se suman a la idea de un adelanto electoral. Suelto la bola y dejo caer que, aproximadamente, a mitad o finales de septiembre, Zapatero disolverá las Cortes y convocará Elecciones Generales para primeros de noviembre. Creo, sino me equivoco, que según la Constitución, son de 30 a 60 días los que deben pasar entre la disolución y la fecha electoral, y lo más evidente: Rubalcaba no puede sentirse agusto entre lo que él anuncia y el transcurrir político del Gobierno. Así que…opinen ustedes.