Hace muchísimo tiempo, siendo apenas un niño de 7 años, vi llorar a un hombre por primera vez. Iba de la mano de mi padre una fría mañana y supongo que era domingo porque de otra manera, no hubiera podido ir con él. Sentado en la escalera de un viejo portal, aquel hombre ahogaba su llanto con la cabeza sumergida entre las piernas. Al pasar junto a él, mi padre le saludó y se interesó por su estado. Al parecer le conocía de hace tiempo, como se conocían practicamente todos en una antigua y pequeña ciudad de hace más de 30 años. El señor alzó la vista y sólo acertó a decir: “El banco quiere quitarme la casa”.
Lógicamente, tras ese suceso, estuve bastante tiempo preguntándome e intentando averiguar por qué demonios el banco quería apropiarse de la vivienda de aquel señor que parecía tan bueno. No encontré más explicación que frases como “que no se hubiera metido” o “mejor de alquiler como hacemos casi todos”. Era la España de los años 70, nada parecida a la de hoy, desde luego, pero ¿tanto hemos cambiado?
Más de tres décadas después leo que se han producido casi 60.000 desahucios en nuestro país a lo largo de 2.011. Los números, muchas veces, no dicen nada o te dejan indiferente pero sí, no debemos olvidar que se trata de 60.000 familias que han se han visto privadas del hogar que habitaban por no poder hacer frente al pago de la hipoteca. 2.012 no será mejor en este sentido y la tragedia planeará a sus anchas por los umbrales de la humanidad.
La crisis, la maldita crisis, esa que crearon los bancos con el beneplácito de muchos gobiernos y que estamos pagando los ciudadanos de a pié con brutales recortes sociales y hasta de derechos. Pero volviendo a lo anterior, aún existen personas que se preguntan quién es el culpable de todo este crack hipotecario, si el banco por prestar con riesgo o el cliente por tener la osadía de pedir ¡Válgame Dios! Para colmo el icono de las finanzas, el topoderoso banquero y asesor gubernamental de políticas económicas y otras hierbas, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, aseguró ayer que los bancos en general y el suyo en particular están deseando conceder préstamos y créditos para financiar proyectos ya que, a su juicio, esto contribuiría a bajar el paro en España. Dice que hay poca demanda de empresas solventes. ¡Como no! si la solvencia en nuestro país está por los suelos. Y que decir de las condiciones de préstamo. Es un buen negocio para las entidades financieras comprar dinero al Banco Central al 1% y prestarlo al 5%. Hemos pasado de conceder créditos a diestro y siniestro a cerrar el grifo y axfisiar, así, a multitud de pequeñas y medianas empresas que son el principal sostén de nuestra economía y la que se haya visto beneficiada con tal concesión, deberá seguir estrujándose para poder devolverla en un futuro a corto plazo.
Mientras todo este galimatías se resuelve, mientras comprobamos como, una vez más, se inyecta dinero a la banca y éste sigue sin circular, deberemos seguir malviviendo, haciendo de los recortes de los viernes nuestra más dura penitencia porque, como bien dice Sebastian Fernández en su carta a El País, “acabarán por convencernos de que todos tenemos que ser más pobres para que los ricos lo sean un poco mas, que al parecer es la única forma de que el mundo siga girando. La estafa viene de lejos, de muy lejos, tal vez nos hayan estado estafando siempre, pero ahora está llegando a su perfección. Nos recortan salarios, nos despiden, nos despojan de derechos, nos roban y nos mienten. Y están a punto de conseguir que aun les demos las gracias”. Sencillamente, genial.